Hay lugares en nuestro planeta, que literalmente se asemejan a un infierno en la tierra... un lugar que uno pensaría que fue concebido por las mentes de los escritores de ciencia ficción apocalíptica... pero sin embargo es muy real...
Chittagong es la segunda mayor ciudad de Bangladesh. Está situada en la parte oriental del país, cerca de la frontera con Birmania. La ciudad fue construida a orillas del Rio Karnaphuli Chittagong y tiene aproximadamente 4 millones de habitantes.
En este fantasmal cementerio de barcos trabajan miles de hombres y desmontan cada barco con sus propias manos. Estos barcos llevan en su interior toneladas de amianto y asbesto y también pinturas con plomo y cadmio que afectan gravemente a la salud de sus trabajadores.
A pesar de las condiciones miserables, dicen que es mejor trabajar y morir que pasar hambre y morir.
Toda dimensión humana se pierde. Personas diminutas caminan entre cientos de colosos de acero que están varados en la playa. Algunos sólo parecen descansar, otros ya están siendo diseccionados y exponen sus vísceras metálicas al aire. Son los barcos cargueros, superpetroleros y cruceros de pasajeros que han surcado los océanos. Han terminado su vida útil y han hecho su último viaje hasta estas playas del sur de Asia. Los buques -algunos tan grandes que tienen más de 300 metros de longitud- son embarrancados contra la playa. Entonces, cientos de trabajadores, que parecen sólo un enjambre de insectos comparados con los leviatanes, llegan por el preciado esqueleto, que está constituido por miles de toneladas de acero.
Con la crisis económica, los desguazaderos están rebosantes. no se alcanza a ver el final de los barcos..
Los trabajadores acarrean las pesadas planchas con caras curtidas por la resignación de una vida sin futuro.
Primero se recuperan los objetos valiosos de dentro del barco y se quitan los motores. Después, los trabajadores más altos en la jerarquía, los cortadores, separan con un soplete trozos del cadáver del titán. Los restos más grandes son arrastrados hacia la arena con ayuda de cables y los cabrestantes que los barcos usaban en alta mar para levar sus anclas. Sopletes y grúas son la única tecnología usada en el proceso.
Los dueños de los buques, la mayoría de los países ricos, están "externalizando sus costos": evadiendo su responsabilidad de pagar por tratar apropiadamente las sustancias tóxicas que contienen. Con el desmantelamiento en la playa es imposible evitar que los residuos queden en las costas. La absoluta mayoría de toneladas y toneladas de desechos de cada barco no es correctamente tratada o es quemada a cielo abierto.
Aun con la bajada de los precios de los metales, los dueños de los buques reciben -según precios de julio- entre 250 y 300 dólares por tonelada de buque vacío. Una buena cantidad si se multiplica por los entre 5.000 y 40.000 toneladas que pesa un barco y si se toma en cuenta que se están evadiendo los costes de deshacerse correctamente de los materiales peligrosos.
Los dueños de los desguazaderos también ganan con la venta del acero, que va sobre todo a la construcción. Bangladesh obtiene así hasta el 80% de su acero, y la India, el 15%. Los Gobiernos de estos países ganan de los impuestos. Además, hay todo un mercado de segunda mano con todo lo que viene en los barcos, que son verdaderos edificios flotantes. Cerca de las playas se extienden por kilómetros tiendas que venden desde chalecos salvavidas, lanchas inflables, equipos de submarinismo, hasta timones, escotillas, brújulas o GPS. También se consiguen las cocinas o las sábanas, toallas y vajillas de los cruceros aún con el nombre impreso.
Los trabajadores acarrean en sus hombros las planchas de acero, pesadísimas y a veces todavía calientes por los cortes. Con caras curtidas por la resignación de una vida sin futuro, se mueven como autómatas. Con un calor sofocante, caminan entre las moles de acero lo más lentamente posible, pero sin parar para no irritar a los capataces que se esconden bajo sombrillas. Los obreros llevan estos trozos de esqueleto metálico a los camiones que los transportarán a las plantas que harán de ellos varillas para la construcción. Así pasan hasta 16 horas al día y cobran 1 euro al dia.
Estos superhombres viven en chozas que no tienen ni agua, ni luz, ni aseos…
Nadie hace un seguimiento de cuántos mueren aquí de accidentes y enfermedades.
No hay grúas, ningún equipo especial, no hay seguridad de ningún tipo.
Los peligros surgen muy a menudo y las frases de el personal que trabaja alli son de impotencia..
"Pero yo he visto a tanta gente morir. He visto 100 personas que mueren ante mis ojos. Es sólo una cuestión de destino".
"Lo mejor es el dinero, que yo no tendría ningún otro lugar", dice Prasad, "y lo peor es no saber cuánto tiempo va a estar vivo."
"Hay una sombra de la muerte en este lugar", dice Ram Lalit, de 22 años, obrero de edad. "Este lugar está embrujado por ella".
Por ahora, cada vez más buques viejos siguen llegando a las playas. Con la crisis económica y la bajada de los fletes, sus dueños prefieren venderlos. Casi nadie critica estos cementerios, todos los países Europeos incluido España envíen allí barcos, es un negocio.
Los desguazaderos están rebosantes: no se alcanza a ver el final de los barcos, uno tras otros formando un skyline de más de 10 kilómetros. Al menos 200 barcos en la India y 70 en Bangladesh. A unos cientos de metros de la playa, otros buques hacen cola esperando su final.
Chittagong es la segunda mayor ciudad de Bangladesh. Está situada en la parte oriental del país, cerca de la frontera con Birmania. La ciudad fue construida a orillas del Rio Karnaphuli Chittagong y tiene aproximadamente 4 millones de habitantes.
En este fantasmal cementerio de barcos trabajan miles de hombres y desmontan cada barco con sus propias manos. Estos barcos llevan en su interior toneladas de amianto y asbesto y también pinturas con plomo y cadmio que afectan gravemente a la salud de sus trabajadores.
A pesar de las condiciones miserables, dicen que es mejor trabajar y morir que pasar hambre y morir.
Toda dimensión humana se pierde. Personas diminutas caminan entre cientos de colosos de acero que están varados en la playa. Algunos sólo parecen descansar, otros ya están siendo diseccionados y exponen sus vísceras metálicas al aire. Son los barcos cargueros, superpetroleros y cruceros de pasajeros que han surcado los océanos. Han terminado su vida útil y han hecho su último viaje hasta estas playas del sur de Asia. Los buques -algunos tan grandes que tienen más de 300 metros de longitud- son embarrancados contra la playa. Entonces, cientos de trabajadores, que parecen sólo un enjambre de insectos comparados con los leviatanes, llegan por el preciado esqueleto, que está constituido por miles de toneladas de acero.
Con la crisis económica, los desguazaderos están rebosantes. no se alcanza a ver el final de los barcos..
Los trabajadores acarrean las pesadas planchas con caras curtidas por la resignación de una vida sin futuro.
Primero se recuperan los objetos valiosos de dentro del barco y se quitan los motores. Después, los trabajadores más altos en la jerarquía, los cortadores, separan con un soplete trozos del cadáver del titán. Los restos más grandes son arrastrados hacia la arena con ayuda de cables y los cabrestantes que los barcos usaban en alta mar para levar sus anclas. Sopletes y grúas son la única tecnología usada en el proceso.
Los dueños de los buques, la mayoría de los países ricos, están "externalizando sus costos": evadiendo su responsabilidad de pagar por tratar apropiadamente las sustancias tóxicas que contienen. Con el desmantelamiento en la playa es imposible evitar que los residuos queden en las costas. La absoluta mayoría de toneladas y toneladas de desechos de cada barco no es correctamente tratada o es quemada a cielo abierto.
Aun con la bajada de los precios de los metales, los dueños de los buques reciben -según precios de julio- entre 250 y 300 dólares por tonelada de buque vacío. Una buena cantidad si se multiplica por los entre 5.000 y 40.000 toneladas que pesa un barco y si se toma en cuenta que se están evadiendo los costes de deshacerse correctamente de los materiales peligrosos.
Los dueños de los desguazaderos también ganan con la venta del acero, que va sobre todo a la construcción. Bangladesh obtiene así hasta el 80% de su acero, y la India, el 15%. Los Gobiernos de estos países ganan de los impuestos. Además, hay todo un mercado de segunda mano con todo lo que viene en los barcos, que son verdaderos edificios flotantes. Cerca de las playas se extienden por kilómetros tiendas que venden desde chalecos salvavidas, lanchas inflables, equipos de submarinismo, hasta timones, escotillas, brújulas o GPS. También se consiguen las cocinas o las sábanas, toallas y vajillas de los cruceros aún con el nombre impreso.
Los trabajadores acarrean en sus hombros las planchas de acero, pesadísimas y a veces todavía calientes por los cortes. Con caras curtidas por la resignación de una vida sin futuro, se mueven como autómatas. Con un calor sofocante, caminan entre las moles de acero lo más lentamente posible, pero sin parar para no irritar a los capataces que se esconden bajo sombrillas. Los obreros llevan estos trozos de esqueleto metálico a los camiones que los transportarán a las plantas que harán de ellos varillas para la construcción. Así pasan hasta 16 horas al día y cobran 1 euro al dia.
Estos superhombres viven en chozas que no tienen ni agua, ni luz, ni aseos…
Nadie hace un seguimiento de cuántos mueren aquí de accidentes y enfermedades.
No hay grúas, ningún equipo especial, no hay seguridad de ningún tipo.
Los peligros surgen muy a menudo y las frases de el personal que trabaja alli son de impotencia..
"Pero yo he visto a tanta gente morir. He visto 100 personas que mueren ante mis ojos. Es sólo una cuestión de destino".
"Lo mejor es el dinero, que yo no tendría ningún otro lugar", dice Prasad, "y lo peor es no saber cuánto tiempo va a estar vivo."
"Hay una sombra de la muerte en este lugar", dice Ram Lalit, de 22 años, obrero de edad. "Este lugar está embrujado por ella".
Por ahora, cada vez más buques viejos siguen llegando a las playas. Con la crisis económica y la bajada de los fletes, sus dueños prefieren venderlos. Casi nadie critica estos cementerios, todos los países Europeos incluido España envíen allí barcos, es un negocio.
Los desguazaderos están rebosantes: no se alcanza a ver el final de los barcos, uno tras otros formando un skyline de más de 10 kilómetros. Al menos 200 barcos en la India y 70 en Bangladesh. A unos cientos de metros de la playa, otros buques hacen cola esperando su final.
"Cosas Únicas"
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